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domingo, 18 de febrero de 2018

Andres

Ya era tarde, la luz del día había desaparecido y los focos empezaban a iluminar en todas direcciones, escrutando entre la oscuridad de la noche recién llegada y aumentando, se ello era posible, la angustia que se vivía en esa gasolinera.
            Habían llegado cinco coches patrulla de la policía, dos de la Policía Local y tres de la Nacional, la búsqueda la estaban realizando todo lo minuciosamente que eran capaces y sin descanso todos los miembros, con la preocupación y angustia reflejada en sus rostros.
            Tras analizar detalladamente todas las grabaciones de las cámaras del recinto, claramente se veía al niño salir a escondidas del coche y correr hacia un lateral de la gasolinera, abriendo la puerta apenas unos centímetros y muy despacio, solo, huyendo o jugando a esconderse hasta que desparecía del campo de visión de las cámaras.
            Andrés, era el nombre del niño, de una edad aproximada entre cuatro y cinco años con síndrome de Down, había salido del coche corriendo mientras Roberto, su padre estaba en la caja de la gasolinera abonando el carburante que había acabado de repostar.
            Una intensa búsqueda se había desplegado por los alrededores del recinto, cubriendo eficazmente todo el perímetro. Equipados con potentes linternas y un par de perros adiestrados en la búsqueda de personas, llamándole continuamente por su nombre. No se dejaba un solo matorral sin escudriñar. La gasolinera, en plena carretera, estaba rodeada por los lados y la parte trasera por un frondoso bosque de pinos y jaras. Esta era una ruta de acceso hacia los pueblos de montaña.
            Media hora después llegaba Roxana, la madre del niño, acompañada por otro grupo de policías, lo que si era posible, aumentaba todavía más la angustia de la búsqueda que flotaba en el ambiente.
            Los minutos pasaban, las horas también a la par que aumentaba la impotencia y preocupación de toda la gente que allí se encontraba. Unos pensaban que podría tratarse de un secuestro, otros que tras un grave accidente hubiera perdido la vida. Todo tipo de conjeturas flotaba en el ambiente.
            Alrededor de la una de la madrugada, una corazonada alertó a Roxana, su madre, y tras pedir ayuda se dirigieron hacia una de las esquinas de la misma gasolinera, fuera del alcance de las cámaras y focos. Allí había un armario metálico donde estaban almacenadas las bombonas de gas butano para su venta. Al llegar allí, uno de los empleados pudo observar un zapato del niño asomando detrás de una bombona, lo que les dio la idea que se tratara seguramente de Andrés. La cerradura rota impidió la salida del niño y el pánico le había imposibilitado pedir ayuda.
            A los gritos acudieron todos los que se encontraban alrededor, forzando la cerradura y tras mover las bombonas lograron sacar a Andrés de allí, muy asustado, sin poder hablar. El miedo le había obstaculizado para pedir socorro y no supo reaccionar de alguna manera para intentar salir de aquel armario.
            Se había iniciado una búsqueda hasta llegar a más de un kilómetro alrededor de la gasolinera, pero nadie había tenido hasta el momento, la feliz idea de buscar a escasos diez metros, donde se había escondido en un principio parar jugar y después presa del pánico, Andrés.

            








Ejercicio Literautas nº 48. Tiene que tener las palabras Idea y Armario. Reto opcional: el escenario debe ser una gasolinera.

El poeta


            Arturo, contaba ya con diez años de edad, tenía vocación de poeta. No se le daba bien, sus padres no le animaban nunca en sus inicios de poesía alegando excusas que no tenían sentido. Siempre le decían que ellos ese tipo de lectura no lo entendían, que no veían que sentido tenía escribir así, que los poetas famosos eran unos incomprendidos, etc.
            Pero Arturo no se rendía, le gustaba mucho hacer poesía, aunque a decir verdad eran bastante malas.
            Un día cuando regresó del colegio, estaba eufórico. Tras darle un beso a su madre como si fuera un momento muy especial le dijo:
            ̶ ¡Mama! Hoy nos ha tocado hacer un trabajo de poesía en clase, y he escrito una preciosa.
            Ángela, la madre sabía bien que su hijo no era muy experto en ese tema, pero aunque no quería que aprendiese a hacer rimas le dijo:
            ̶ Que bien, Arturo, ¿Por qué no me la lees?
            ̶ Escucha, mama, verás cómo te gusta:
            ̶ Si no comemos no nos esforzamos
          一Si no nos esforzamos no compramos
          一Si no compramos no vendemos
          一Si no vendemos no compramos
          一Si no compramos no comemos
          一Si no comemos no nos esforzamos…
            Y así varias veces las mismas frases hasta que Ángela  dándole un beso le interrumpió. Entonces Arturo, inocente le dijo a su madre la frase que esta no hubiera querido nunca oír.
            ̶ Mama, cuando escribía la poesía me acordaba del abuelo Paul, a ver si un día me dejas leer sus poesías.
            Ángela no pudo reprimir las lágrimas y abrazando fuertemente a Arturo le contó la historia de su abuelo, no sin dejar de llorar de vez  en cuando.
            El abuelo de Arturo fue Paul Celan, judío nacido en Rumania. Durante la segunda guerra mundial militó en las juventudes socialistas judías y apoyó la causa de la República en la Guerra Civil Española, de ahí vino el contacto con la familia de Arturo.
            Fue recluido durante la deportación de los judíos por los nazis al campo de concentración de Moldavia. Cuando los rusos liberaron a todos los presos del nazismo escribió algunas de sus grandes poesías haciendo mención a los campos de concentración, entre ellas “De un lado de las tumbas” y “Muerte y fuga” fueron de sus mejores trabajos. A los cuarenta y nueve años se suicidó siendo incapaz de soportar sus recuerdos.
            ̶ Por eso no queremos que seas poeta, Arturo.   ̶  le dijo su madre entre lágrimas.
            Arturo quedó sin habla durante un buen rato,  al momento se dirigió a su habitación y haciendo pedazos los versos que había escrito, se dirigió a su madre y en un fuerte abrazo, los dos llorando desconsolados, le dijo
            ̶ Mamá, nunca seré poeta.
           


           




Ejercicio nº 51 de Literautas. Titulo obligatorio: El poeta. Reto opcional: el protagonista debe ser un niño