Vistas de página en total

domingo, 2 de julio de 2023

Letras



         María lloraba en la habitación.
         Un sinfín de letras flotaba en el aire, como una niebla, la luz tenue  permitía ver consonantes buscando vocales en rápidas carreras, estas huyendo de las tildes para no cargar peso, puntos persiguiendo mayúsculas, comas buscando sitio sin orden ninguno,  todas en un intento de formar palabras.
         — ¿Qué ha pasado, María? –pregunté  asustada. 

         — Se ha estropeado  la máquina de escribir, las letras se están escapando, el borrador de mi novela está quedando en blanco.

         — No desesperes, seguro que mañana están todas colocadas en el papel, sigue durmiendo, es muy tarde.

 

 



2º Premio del II concurso de Microrrelatos de Librería Alcaná

domingo, 27 de febrero de 2022

Mala suerte

 

 

            Yolanda esperaba a Jonathan bajo el dintel de la puerta de la estación. El tren estaba a punto de llegar, pero todavía faltaban diez minutos según el reloj colgado en la pared del andén.

            Jonathan regresaba a su localidad después de haber ido a presentar el libro, mejor dicho, el borrador del primer libro que había escrito a una famosa editorial de Barcelona.

            Yolanda esperaba con ansiedad, aunque sabía de sobra que no traería noticia alguna sobre la aceptación de la obra, normalmente las editoriales tardaban como mínimo de tres a cuatro meses en dar una contestación.

            Encendió el clásico cigarrillo que, como todo fumador sabe, hace que enseguida llegue el tren, coche, autobús, etc. que estas esperando y así no dé tiempo a fumarlo entero.

            Efectivamente, en unos pocos minutos llegó el tren que traía de vuelta a su esposo Jonathan.

            Cuando este descendió del vagón al andén, en el rostro reflejaba disgusto, cansancio y parecía también que hubiera tenido una gran decepción.

            Yolanda, automáticamente, cambió su semblante de risueño a preocupado en décimas de segundo. Intuía que algo no iba bien, que algo malo había pasado.

            Al encontrarse juntos, tras los besos y abrazos de bienvenida, Jonathan con cara muy seria le comentó lo que le había sucedido.

            Cuando llego con el tren a la ciudad, tomo un taxi para dirigirse a la editorial.

            Desafortunadamente en el trayecto sufrieron un golpe con otro vehículo. El conductor del taxi, de muy mal humor, descendió del coche y empezó a discutir con el que conducía el otro vehículo sobre la mala maniobra que había hecho, originando el accidente.

            Ambos empezaban a acalorarse y a subir el tono de la discusión a lo que Jonathan creyó conveniente descender del taxi e intervenir para calmar los ánimos. Realmente las compañías de seguros se harían cargo de la reparación de los vehículos.

            Por fin ambos conductores se calmaron y tomaron sus documentaciones a fin de rellenar los correspondientes partes de siniestro para las compañías de seguros. Entonces Jonathan regreso al interior del coche.

            Si le hubieran pinchado con un alfiler no habría sentido dolor alguno de lo paralizado que se quedó. El maletín donde llevaba toda la documentación, el  teléfono móvil, así como el borrador de su libro, había desaparecido del asiento.

            Parecía un chiste de mal gusto, pero en el barullo del golpe le habían robado, le habían dejado con lo que llevaba puesto. Ni tan siquiera tenía encima ninguna documentación personal.

            Angustiado tuvo que emplear prácticamente todo el día entre la jefatura de policía para poner la correspondiente denuncia, el banco para poder obtener algo de dinero con la copia de la denuncia y más tarde ir a la estación para poder obtener otro billete con el que poder regresar a su localidad. Tampoco había podida pagar el trayecto del taxi, aunque quedo de acuerdo con el taxista en enviarle el importe mas adelante.

            Yolanda trataba de calmarle como podía, llegando también a la conclusión que quizá fuera el único escritor que deseaba que su borrador fuera un fracaso, que fuera totalmente rechazado por la editorial.

Solo faltaba que el ladrón triunfara con su libro.

sábado, 26 de febrero de 2022

Caos

 

 

Habíamos entrado ya en el año 2046. La sombra del hambre empezaba a posarse sobre la mayoría de los países. La superpoblación estaba acabando con los recursos naturales.

      La extracción de muchos minerales, primordiales para la fabricación de los artículos de primera necesidad, estaba llegando a su fin, a su total agotamiento. La agricultura y la ganadería no producían apenas la cantidad necesaria para el sustento de la población, siendo algunos productos muchas veces alterados intentando aumentar la cantidad, así como abaratar los precios, disminuyendo por tanto gran parte de los controles de calidad, y en consecuencia facilitar los brotes de nuevas enfermedades, muchas de ellas con un desenlace fatal. 

Habían explorado exhaustivamente nuestro satélite, La Luna, con el fin de obtener minerales que pudieran suplir a los ya agotados o en fase de exterminio de los utilizados en el planeta. Se gastó una ingente cantidad de medios tanto económicos como técnicos sin haber conseguido ningún fruto. Solo se encontraron arenas inservibles y polvo, sin ninguna propiedad útil o aprovechable

      Unos años atrás, en la mayoría de los países ya se había prohibido la entrada  de población inmigrante, estando totalmente controlada la que ya estaba asentada, intentando que retornaran a sus países de origen, por muy precaria que pudiera ser la situación en estos.

     También una férrea legislación prohibía la concepción de más de un hijo por familia, es decir, una familia no podía tener más de tres miembros. No estaba permitida en las parejas de hecho o del mismo sexo la adopción de niños, evitando así que pudiera haber un mercado de seres humanos.

      Así mismo, mucho tiempo atrás la tenencia o cuidado de mascotas como perros, gatos, pájaros, etc. estaba totalmente prohibida y duramente perseguida con la captura y sacrificio de las mismas.

     Estas leyes, en los países menos desarrollados, sobre todo en el continente africano, ocasionaban una pobreza sin parangón, ya que algunas etnias o tribus dependían de un número elevado de miembros familiares para su subsistencia mediante la caza, necesitaban ser muy numerosos con el fin de poder localizar y acorralar a las presas más fácilmente.

     Todo el sistema estaba dirigido por un gobierno único que controlaba todo el planeta. Su líder era elegido cada dos años en unas arduas y muy complicadas elecciones, tras un sinfín de votaciones, celebradas en todos los países al mismo tiempo

     Una vez elegido uno por cada país, entre estos se hacia una nueva votación para nombrar un único líder y diez ministros a su cargo. No había ninguna coalición. El que más votos obtenía era el nombrado para gobernar.

     Cada primer lunes de mes este líder, acompañado de su pequeño sequito con el que formaba el gobierno, ataviados siempre con unos trajes de colores muy llamativos con el fin de imponer un respeto total, se dirigían a través de todos los medios públicos, como televisión, radio, redes sociales y prensa. a toda la población del planeta, en un elaborado discurso para resumir el estado del planeta, las carencias y necesidades y los escasos beneficios obtenidos hasta ese momento, así como los avances realizados para recuperar el funcionamiento normalizado de la sociedad, discurso que era traducido simultáneamente al idioma de cada país,.

      Una legislación extremadamente dura y eficaz controlaba el abastecimiento de alimentos y de todos los productos de primera necesidad, como los medicamentos e incluso el vestuario, intentando evitar el almacenaje o acaparamiento de productos y a la vez controlando no existiera ningún tipo de reventa. Cualquier cosa que sobrara debía ser entregada en los almacenes previstos para este fin y su posterior reciclaje.

    Aparentemente, este era el tipo de sociedad ideal, perfectamente controlada. Un sistema correcto para el mantenimiento del planeta, intentando de manera eficaz y natural controlar el exceso de población y volver a tener las fuentes de suministro totalmente equilibradas.

Realmente no era así, tan extraordinario, originaba un futuro distópico. No se podía imaginar que realmente sería un fracaso. Un sistema que era como poner un velo delante de la realidad, ocultando los problemas pero a la vez dejándolos entrever y haciendo que las personas tuvieran conocimiento vagamente de ellos.

      Al haber un control de natalidad, la población activa, en breve sería muy inferior a la pasiva, a la que vivía jubilada, con una pensión, un desempleo o ayudas sociales. En breve por cada persona que trabajara, habría dos que no lo harían con lo que el equilibro monetario y social estaba destinado al caos en un espacio de tiempo muy breve.

      Y ya empezaba a notarse…

 

 

 


Paralelismos lejanos


 

         Recuerdo aquella vez, aquel sitio, aquel momento, tan especial, tan hermoso, bañado por aquella luz tan tenue, tan melancólica, aquellos rayos de sol, agonizantes, entrando por las rendijas de aquella persiana, dando a aquel rincón una tonalidad fantasmagórica, a aquel rincón que quería ser el favorito de la estancia y a aquella puerta por la que yo entré, por la que al cruzarla vi a la diosa de los cabellos de oro, a aquella mujer tan hermosa, aquel cuerpo tan armoniosamente perfecto, a aquella sonrisa pícara que hubiera sido capaz de derretir al mismísimo diablo.

         Su vestido rojo, entallado, escotado, dejándome imaginar los encantos más perfectos que yo fuera capaz de adivinar.

         Esperándome, deseosa, ardiente, con una copa de vino en la mano.

         Habíamos estado lejos, muy lejos, no en la distancia, sino en el alma, en el amor, en la comprensión. Aquel reencuentro, aquella tarde tan perfecta, tan sutil, tan larga pero a la vez tan corta. Preámbulo de aquella noche de pasión, de frenesí, de lujuria, de tanta intimidad, otra vez, entre los dos.

         Era aquella la noche de mis sueños, de mis fantasías, la de mi universo de estrellas.

         Volvía a estar con la mujer que más feliz me había hecho en mi vida.

         La pasión fue estremecedora, agotadora y a la vez inacabable, acompañada del efecto y del encanto de aquella copa y de aquellas fresas con chocolate que había preparado de antemano.

         Cuerpo contra cuerpo, empezando a asomar las primeras gotas en la piel, quizás debido al calor, quizás debido a nuestro acaloramiento.

         Fundidos como uno solo, disfrutando, amando, susurrando placer. En perfecta sucesión de movimientos.

         Deseaba que durara toda la eternidad, o al menos, un millón de años, pero no, aquello sabíamos que acabaría pronto y lo supimos enseguida.

         El cohete estalló y derramó sus luces de colores, de alegría, de placer.

         Exhaustos, agotados, bañados por el amor líquido desprendido de nuestros cuerpos, fundidos en un abrazo interminable llegamos al fin, a la realidad.

         En poco tiempo teníamos que volver al presente, al sinsabor, al desengaño, a la rutina, a casa.

 

 

 

 


 

El Secreto

 

Aquel era el segundo día de lucha, desesperada, cruenta. Habían muerto prácticamente todos, tanto de un bando como del otro, más de ciento cincuenta aguerridos hombres yacían brutalmente mutilados, desmembrados, abiertos en heridas escalofriantes. Las espadas no podían soportar más sangre, habían atravesado o rasgado muchos cuerpos humanos, demasiados, quitando vidas que estaban empañadas en conseguir apoderarse de aquel secreto. Ya solo quedaban dos hombres, los más fuertes, vigorosos, valientes y decididos a acabar con aquella batalla.     Uno por cada bando y ambos con la misma intención, luchar hasta el final, hasta morir, como habían hecho sus compañeros, sus más fieles luchadores.

No habría prisioneros, los invasores habían ganado durante tiempo un prestigio aterrador. No dejaban jamás a nadie con vida , disfrutando además de desmembrar y hacer sufrir hasta la muerte a sus enemigos, hasta incluso sus mujeres tenían a gala cortar las partes nobles de los enemigos muertos o agonizantes para exhibirlas como trofeos. Eran los soldados con fama de más crueldad de aquella época, hasta el punto que muchos pueblos tan solo con oír sus nombres vivían aterrados.
          Aquel secreto había cobrado ya muchas vidas, quedaban solo dos y ninguno de ellos estaba dispuesto a compartirlo ni a perderlo.
Ambos se conocían bien, se habían batido muchas horas y aunque estaban exhaustos no iban a rendirse ni a presentar síntomas de flaqueza ante su enemigo.
         Después de un momento de descanso, lo que tardaron en cruzar las miradas y acercarse uno a otro a paso lento, preciso, tanteando el terreno que los separaba, se encarnizaron en la última lucha a muerte, sin piedad, con todas sus fuerzas que ya eran pocas. Las espadas cruzaban el aire secando con este la sangre de tantos cuerpos a los que habían dado muerte.

Ya casi no podían con su propio cuerpo, el peso de la espada, de su propia espada a veces les hacía perder el equilibrio hasta que, en un traspié uno de ellos cayó aparatosamente al suelo. La fatiga le impidió levantarse rápidamente, su espada había quedado fuera del alcance de su mano. Sintió la angustia de la muerte. Quiso implorar clemencia pero su adversario ya estaba atravesando con la espada su pecho para llegar al corazón. Un esbozo de sonrisa y a la vez placer se dibujaba en sus labios. Fue la última imagen que pudo ver, después todo fue oscuro, en tinieblas.
         El vencedor se hizo con el cáliz, el secreto tan bien guardado en aquel cofre que unos defendieron y otros ansiaron hasta dar su vida por ello.
Por fin arrebatado, solo uno de ellos, el vencedor, bebió aquel vino, aquel afrodisíaco líquido que sabía le daría la vida eterna, que lo haría inmortal. Por eso siempre estuvo custodiado.
Su leyenda en la base de la copa decía que para dar la inmortalidad de uno muchos otros deberían morir, y así fue.

sábado, 15 de enero de 2022

Archie


 

Fue muy duro, pero al final lo consiguió. Archie, la ardilla terrestre, si, terrestre, porque no podía subir a los árboles, nació en un parque en el centro de la ciudad, una ciudad muy grande. Había muchas ardillas y muchos tipos de animales pequeños como ella, también había un estanque con peces de colores, cisnes, patos y muchísimo sitio verde de hierba siempre muy fresca. A sus padres se los llevaron al poco de nacer ella, pues los metieron en unas jaulas y decían algo de repoblación. Archie se quedó muy triste y al poco hizo amistad con un topo pequeño, muy simpático, se llamaba Huk. Quería que Huk le enseñara a vivir en las madrigueras pues cuando veía a gente que iba con perros pasaba mucho miedo a lo que Huk le decía:

―Pero Archie, tu tienes que subir a los árboles, trepar, andar de rama en rama, tu eres una ardilla, mira a las demás como tú.

Una tarde, en vista de que todos los animalitos la insistían, se decidió a trepar a un árbol no muy grande en un rincón del parque. Huk la observaba y le daba ánimos. Archie cogió carrerilla y se encaramó al tronco, empezó a trepar y no tardó en caer por el otro lado. Lo intentó otra vez y lo mismo, así varias veces hasta que llego a subir a la primera rama. Se quedó bloqueada, no podía moverse, se mareaba, un escalofrío recorrió todo su cuerpo y no podía bajar, estaba aterrorizada, tenía vértigo. Desde arriba le grito a Huk que la ayudara pues quería bajar y no se atrevía.

―No puedo subir a los árboles, tengo vértigo, voy a caer―gritó asustada.

Todos los demás animales empezaron a reír, los peces del estanque no querían estar mojados, las palomas querían entrar en las madrigueras para no mojarse cuando llovía, los cisnes decían que no se acordaban de nadar, los otros topos que tenían miedo de la oscuridad de las cuevas. Así, todos se burlaban de ella.

Por fin consiguió bajar de aquel maldito árbol. Que miedo había pasado, no podía comprender como las demás ardillas subían y bajaban tan animadamente.

Archie se escondió en unos matorrales y empezó a llorar, era muy desgraciada.

De pronto notó a su lado un aliento, un desagradable aliento que le presagiaba peligro, se giró y un enorme perro se le había aproximado amenazándola con esos colmillos tan afilados. Del susto corrió hacia el árbol más próximo y cuando se dio cuenta estaba en lo más alto, pasando de una rama a otra, gritando despavorida.

― ¿Estas bien? ¿Ya se te ha pasado el vértigo?, estás en lo más alto del árbol ―le gritó Huk desde abajo.

Archie, no daba crédito, asustada por el enorme perro había trepado a lo más alto de aquel árbol, había vencido el miedo y es que muchas veces un miedo es corregido y olvidado por otro mayor.

miércoles, 25 de agosto de 2021

Precioso viaje

 

 

   Ya teníamos todo preparado para el gran viaje de novios o, como se dice habitualmente, luna de miel. Los nervios atenazaban nuestro cuerpo, casi no pudimos pegar ojo esa noche por la emoción que esperábamos tener en la experiencia.

   Al día siguiente, antes de sonar el despertador, ya estábamos despiertos y listos para llegar al aeropuerto.

   Embarcamos en vuelo rumbo a Turquía. Viaje con destino a Capadocia, región histórica de Anatolia central, declarada en 1985 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

   Nos alojamos en un precioso hotel en Görembe, construido en el interior de una cueva, de las miles de ellas que forman la región. Es un paisaje de altas rocas todas perforadas dando una imagen nunca vista y única en el mundo. Forman altas chimeneas puntiagudas además de multitud de galerías subterráneas.

   Al día siguiente muy temprano nuestro guía ya esperaba en recepción. Era el piloto que iba a conducirnos en nuestro viaje en globo aerostático, atracción principal de la zona junto con la vista de las rocas perforadas. Habíamos visto en los folletos que era una auténtica maravilla la observación del paisaje además de la cantidad de globos que viajaríamos juntos.

   – ¿Sabes que a estas formaciones rocosas las llaman también las chimeneas de las hadas? – me dijo Sara mi esposa.

   –Sí lo había oído, y en algún folleto lo indicaba, –le contesté–. Pero ya sabes que soy muy incrédulo para esas cosas.

   Viajamos con el piloto en vehículo todoterreno hacia el lugar que parecía el más idóneo para aprovechar el viento en el vuelo de ese día. El inflado del globo es verdaderamente emocionante y hace que te vaya subiendo la adrenalina por momentos.

   Por fin despegamos, lo que nos produjo una presión en el corazón, llegando a la altura de trescientos metros sobre el suelo, la recomendada para este tipo de vuelos. El viento fresco que nos rodeaba empujaba suavemente el globo, viendo la amplitud del insólito paisaje bajo nuestros pies. Al fondo el horizonte se curvaba, regalándonos una imagen muy difícil de olvidar. Una enorme llanura verde alrededor de las formaciones contribuía a resaltar el contraste de los espectaculares colores.

   Tras veinte minutos de vuelo nuestro piloto nos hizo una indicación hacia una de las chimeneas rocosas. En principio no observamos nada, momentos después pudimos ver como unos seres diminutos salían por una de las cuevas más altas y se dirigía hacia nuestro globo en perfecta hilera, rodeados de una estela de pequeñas luces. No podíamos creerlo, en unos momentos el cesto donde estábamos quedo envuelto de una multitud de hadas fantásticas. No podía haber imaginado nunca unos seres tan hermosos. De colores vivos, verdes, rosas, amarillos, naranjas, azules, con unas alas casi trasparentes y rodeados siempre por una lluvia de diminutas luces muy brillantes.

   Dando vueltas alrededor de donde estábamos, a esa altura, divisando también ese extraordinario paisaje, llegamos a pensar que estábamos en un sueño. Sara y yo nos mirábamos atónitos hasta que nos dimos un pequeño pellizco para asegurarnos que no era un sueño.

   Eymen, nuestro piloto, no pudo evitar una sonora carcajada. Más tarde nos comentó que todo el mundo hacia los mismo, pellizcarse para comprobar que no estaban soñando.

   Las doce hadas que nos visitaban tenían una preciosa cara exhibiendo una amplia sonrisa, eran realmente muy bellas y denotaban una simpatía sin límite.

   Estuvieron con nosotros rodeando la barquilla donde estábamos. No podíamos creer lo que estábamos viendo. Momentos después, la primera hada nos guiñó un ojo y, en una perfecta fila, descendieron todas hacia las rocas, subiendo después para su visita a otro de los globos.

   Era increíble, no podíamos contar la cantidad de globos que se veía a nuestro alrededor. Le preguntamos a Eymen si era normal la visita de las hadas a todos los globos cada día. Este nos respondió que no, que era muy raro y que solo lo hacían cuando notaban unas personas realmente especiales, que emanaban amor por todos los lados, a lo que ellas acudían para afianzar dicho cariño.

   De regreso, también disfrutamos de un extraordinario aterrizaje, y más tarde vuelta a nuestro hotel en el mismo vehículo, atravesando la inmensa llanura antes de llegar a la zona rocosa. Ya de noche la panorámica de Capadocia era realmente extraordinaria. Sus luces saliendo de las cuevas hacían creer que era la ciudad de los sueños.

   Esa noche, comentando lo que habíamos vivido nos prometimos que repetiríamos esa experiencia otra vez, a ser posible.