Fue muy duro, pero al final lo consiguió.
Archie, la ardilla terrestre, si, terrestre, porque no podía subir a los
árboles, nació en un parque en el centro de la ciudad, una ciudad muy grande.
Había muchas ardillas y muchos tipos de animales pequeños como ella, también
había un estanque con peces de colores, cisnes, patos y muchísimo sitio verde
de hierba siempre muy fresca. A sus padres se los llevaron al poco de nacer
ella, pues los metieron en unas jaulas y decían algo de repoblación. Archie se
quedó muy triste y al poco hizo amistad con un topo pequeño, muy simpático, se
llamaba Huk. Quería que Huk le enseñara a vivir en las madrigueras pues cuando
veía a gente que iba con perros pasaba mucho miedo a lo que Huk le decía:
―Pero Archie, tu tienes que subir a los
árboles, trepar, andar de rama en rama, tu eres una ardilla, mira a las demás
como tú.
Una tarde, en vista de que todos los
animalitos la insistían, se decidió a trepar a un árbol no muy grande en un
rincón del parque. Huk la observaba y le daba ánimos. Archie cogió carrerilla y
se encaramó al tronco, empezó a trepar y no tardó en caer por el otro lado. Lo
intentó otra vez y lo mismo, así varias veces hasta que llego a subir a la
primera rama. Se quedó bloqueada, no podía moverse, se mareaba, un escalofrío
recorrió todo su cuerpo y no podía bajar, estaba aterrorizada, tenía vértigo.
Desde arriba le grito a Huk que la ayudara pues quería bajar y no se atrevía.
―No puedo subir a los árboles, tengo
vértigo, voy a caer―gritó asustada.
Todos los demás animales empezaron a reír,
los peces del estanque no querían estar mojados, las palomas querían entrar en
las madrigueras para no mojarse cuando llovía, los cisnes decían que no se
acordaban de nadar, los otros topos que tenían miedo de la oscuridad de las
cuevas. Así, todos se burlaban de ella.
Por fin consiguió bajar de aquel maldito
árbol. Que miedo había pasado, no podía comprender como las demás ardillas
subían y bajaban tan animadamente.
Archie se escondió en unos matorrales y
empezó a llorar, era muy desgraciada.
De pronto notó a su lado un aliento, un
desagradable aliento que le presagiaba peligro, se giró y un enorme perro se le
había aproximado amenazándola con esos colmillos tan afilados. Del susto corrió
hacia el árbol más próximo y cuando se dio cuenta estaba en lo más alto,
pasando de una rama a otra, gritando despavorida.
― ¿Estas bien? ¿Ya se te ha pasado el
vértigo?, estás en lo más alto del árbol ―le gritó Huk desde abajo.
Archie, no daba crédito, asustada por el
enorme perro había trepado a lo más alto de aquel árbol, había vencido el miedo
y es que muchas veces un miedo es corregido y olvidado por otro mayor.
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