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viernes, 18 de abril de 2014

La venganza


     ¡Se acabó el juego! Vociferó Arthur cuando de un fuerte puntapié logró abrir la puerta de la alcoba de la princesa Diana, hija del rey Edward, en la que se encontraba con sus dos damas de compañía, abrazadas las tres, presas del pánico y con la mirada fija puesta en el hueco de la puerta. Cuando esta se abrió no pudieron ni tan siquiera gritar,  el miedo les tenía atenazada la garganta. 
     Había sido una conquista muy dura, el asalto al castillo duró veinte días, siendo muy numerosos los soldados que habían muerto, tanto de los atacantes como de los defensores.
     El acoso había dado su fruto, dejando sin víveres ni agua a la población interior hasta que, abatidos y debilitados por la falta de provisiones  fueron cayendo uno tras otro ayudados además por las armas del ejército de Arthur.
     El rey Edward había sido hecho prisionero para ser ejecutado de inmediato, de hecho con un certero golpe de espada quedó decapitado y su cuerpo expuesto en lo alto de la torre para escarnio de unos y disfrute de otros.
     Diana, presa del terror intentó arrojarse por la ventana de su alcoba, para así evitar ser apresada por Arthur pero este se interpuso al salto sujetándola fuertemente, mientras, los soldados que entraron con él daban muerte a sus dos damas de compañía.
     Aquella escena, atroz y salvaj,e provocó que la princesa perdiera el conocimiento y cayera desmayada.
     En ese estado fue trasladada hasta el campamento enemigo sufriendo todo tipo de vejaciones.
     Era la horrible venganza de Arthur. Había sido victima de las grandes injusticias que Edward había infligido a su pueblo incluida su familia a la que no vaciló en ordenar asesinar a sus padres y a su único hermano.
     Cuando Diana recobró el conocimiento estaba atada a un poste a la entrada del campamento de cara al castillo que fue su anterior morada, viendo como sucumbía entre llamas con toda su gente dentro.
     Los gritos de terror se oían desde allí y seguramente que mucho más lejos.
     Esta fue la promesa que Arthur había hecho a sus padres estando escondido detrás de unos arbustos mientras eran degollados por el ejército que ahora había sido vencido.
     Diana, prisionera fue trasladada a los dominios de Arthur, lejos de allí y que ahora,  este gobernaba por expreso deseo, en una ardua deliberación tiempo atrás, de sus gentes.
     Nadie sabía que sería de su futuro pero, a buen seguro, ya no viviría como hasta ese momento, como una princesa.

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