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sábado, 19 de abril de 2014

Sin ganas



         El matrimonio funcionaba sin ningún estímulo. Hacía mucho tiempo que no hacían el amor. Dormían juntos en la misma cama pero Ana siempre tenía evasivas para Miguel a la hora de practicar sexo. Ya  habían perdido el interés. De vez en cuando, sobre todo cuando se quedaban una noche solos, cuando Raquel, su hija, salía con sus amigos, Miguel intentaba provocar el deseo a Ana. La acariciaba, la besaba efusivamente pero al poco, ella se volvía, le rechazaba, no se animaba en absoluto lo que producía a Miguel una profunda desazón. Este cada vez se animaba menos veces, así procuraba evitar el mal humor que esto le producía.        
         Ya solo hacían el amor cuando realizaban algún viaje. Las estancias en hoteles si animaban a veces a Ana. Miguel pensaba que este cambio podría ser producido al ejercicio físico realizado visitando las ciudades que recorrían y quizá por este motivo ella se sentía menos apática, mas activa emocionalmente.
         Cuando pasaba un largo tiempo sin hacer ningún viaje Ana ya volvía a estar totalmente inapetente. Miguel llego a pensar que pudiera haber otra persona en una relación oculta. No era normal esta situación.    
         Tampoco hablaban del tema, es mas, cuando coincidía en televisión alguna película con imágenes de actos sexuales evitaban verlo. Miguel le preguntaba de vez en cuando si tenía algún problema a lo que ella siempre decía que estaba bien, pero ese día no estaba animada. También le pregunto alguna vez si había otro hombre en su vida a lo que Ana contestó igualmente que no se preocupara, algunas veces ya enojada.
         Miguel tenía un gran desconcierto, pues veía que no podía desahogar sus instintos sexuales con ella pero tampoco quería buscar estímulos fuera de casa. Era muy fiel a su esposa y a su relación matrimonial. A su esposa no parecía importarle ese tema, decía que había perdido la libido.
         Era ya primavera del año 2010, el mes de Marzo cuando Ana se puso a dieta, una dieta de adelgazamiento que seguía con mucho tesón, quería estar escultural para el verano, quería lucir un tipazo digno de envidia. La verdad es que cada día estaba más guapa, sus curvas volvían loco a Miguel. A finales de Mayo, en otro intento de Miguel de hacer el amor y ante su nuevo rechazo Miguel montó en cólera. La amenazo con irse a algún burdel a desahogarse. Ana no sabía que responder y le prometió que ese fin de semana, el sábado por la noche, que Raquel iba a dormir a casa de una amiga le daría un premio especial.
         Esa semana Miguel estuvo de lo mas amable y ella también le correspondió con zalamerías. Llegó el sábado y Ana preparó una cena especial, con un vino seleccionado, velas, un postre especial a base de fresas con chocolate, pues según decía era muy afrodisíaco, después café y champán. Ana se insinuó a Miguel, se había vestido extremadamente sensual.
         Cuando entraron en la alcoba, Miguel estaba fuera de si, muy emocionado, tenía muchas ganas de ese momento. Ana se desnudó totalmente y empezó a desvestir a Miguel, le provocaba, le volvía loco con esas cosquillas sensuales que tanto le gustaban. Zalamera, le acariciaba, le tocaba, le provocaba. Miguel estaba fuera de sí, entregado totalmente, lo que aprovechó Ana para proponerle un juego que le tenía reservado. Con dos corbatas lo ató los pies a las patas de la cama, siguiendo con las cosquillas, acaricias y lametones hacia arriba, hacia el pecho, atando a continuación sus muñecas al cabecero con otras dos corbatas. Miguel estaba atado de pies y manos, desnudo, loco de placer y Ana encima de él, totalmente desnuda también, a horcajadas encima de su vientre, disfrutando de esa penetración que les extasiaba a los dos; pero algo iba a cambiar el rumbo de ese momento de placer.     
       Repentinamente se abrió la puerta de la habitación y entró otro hombre, alto, fuerte, cultivado en el gimnasio con una musculatura envidiable y también desnudo. En un momento empezó a acariciar a Ana por detrás a lo que esta se volvía para besarle efusivamente. Miguel, aterrorizado trató de soltarse de sus ligaduras paro ya era demasiado tarde, había sido cazado, era la presa de su esposa Ana y del otro hombre que le miraba con una amplia sonrisa dibujada en su cara. En ese momento, Ana, con una pícara sonrisa y enviándole un beso a través de sus sensuales labios puso la almohada encima de la cara de Miguel haciendo gran presión con ella, ahogándole, estando penetrada todavía por él. Miguel se retorcía desesperado, lo que producía en Ana mas placer todavía, hasta quedar totalmente asfixiado. 
     Miguel había perecido en manos de Ana, del cuerpo que mas había deseado durante mucho tiempo y del que pudo disfrutar en su último momento de su vida.

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