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viernes, 18 de abril de 2014

Las Arras


    Ocurrió en aquella sala, llena de objetos tan valiosos, de grandes cuadros con retratos de antepasados, algunos representando familiares de  mas de seis generaciones. Había también una gran mesa, de roble con unas robustas patas y ribeteada con unos grabados dorados, sobre la que estaba aquel pequeño cofre tan viejo, de madera labrada. Cerrado con un candado muy antiguo.
    Nadie sabía lo que había dentro del mismo aunque corría el rumor de que dentro estaban guardadas las arras de cuando Don Luis, el escritor se casó. Era autor de muchos libros, sobre todo de novelas de misterio, era un hombre que le gustaba escribir sobre supersticiones, agoreros y fábulas de terror. El era muy supersticioso y quizá por ello había guardado esas trece monedas a buen recaudo. Las arras que se dieron su esposa y él en el momento de la boda,  como señal de que cada uno ofrecía al otro todo sus bienes.
    Aquel cofre tenía sobre él una maléfica leyenda. Al haber muerto la esposa del escritor en trágico accidente con dicho objeto en las manos este maldijo el contenido y nadie se atrevió nunca a abrirlo.
    Esto ayudaba a la sala a tener ese ambiente tan tétrico. Nadie pensaba nunca en limpiar el polvo ni tan siquiera en airear dicha estancia, pues decían que se podía notar un ambiente muy extraño. Se creía que el alma de D. Luis, que había muerto hacia muy poco tiempo, vagaba por la estancia para proteger su pequeño tesoro.
    Aquél maléfico día, viernes trece, y en un golpe de mala suerte, la atrevida ama de llaves al rozar con sus ropas el cofre lo tiró al suelo, rompiéndose este y quedando los trozos esparcidos y mezclados con las monedas que efectivamente estaban allí,  como creían los habitantes de la casa y,  que tantos años estuvieron guardadas.
    Ya nunca pudo vivir tranquila, todos los viernes que eran día trece el alma de D. Luis visitaba al ama de llaves por las noches.
    Esto hizo que con el tiempo, el ama de llaves cada vez fuera más supersticiosa. Se negaba siempre a pasar por debajo de cualquier escalera, a continuar caminando si en su camino,  había cruzado un gato negro, nunca contaba trece cosas, tampoco admitía que nadie le acercara el café y mucho menos que le añadiera el azúcar y lo removiera. En fin todas las manías que,  según las supercherías, eran indicios de mala suerte.
    Ya no se atrevió nunca a entrar en aquella sala, procuraba evitar hasta pasar por delante de la puerta. Al fin dejó de servir en aquella casa y se encerró en la suya propia sin volver a salir jamás.
    Su vida cada vez era un tormento mayor, se volvió totalmente desconfiada y dejó de recibir las visitas de familiares y amigos, lo que hizo agriar su carácter, siendo totalmente negativa en su visión de la vida
    Dice la leyenda que enloqueció y apareció muerta a los pocos meses sin saber nadie como había sucedido.
         

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